Monday, May 01, 2006

Nota en revista Ñ

En "Memorias de una presa política", Graciela Lo Prete narra la vida de un grupo de prisioneras en Devoto en los 70.

SILVINA MERENSON

En Memorias de una presa política, Graciela Lo Prete, nos ubica ante muchas de las tensiones que poblaron la vi­da de las mujeres que, desde el año 1975, permanecieron deteni­das en el penal de Villa Devoto en calidad de presas políticas. Las diferencias y las decisiones de conjunto, las experiencias ante­riores a la cárcel, el vínculo con los familiares, el sectarismo político y las historias de muchos desamores y relaciones de pareja truncas traman la categoría que protagoniza este libro: "com­pañera", que lo contempla, pero no lo disculpa todo.
Graciela Lo Prete ofrece un re­lato plagado de voces disonantes. La autora da cuenta de todo sin perder la dimensión humana, el afecto y la amistad que trabaron las mujeres que pasaron por De­voto entre 1975 y 1983. La rele­vancia de estos lazos no encuen­tra mejor ilustración que el de­rrotero que siguió el manuscrito de la autora tras su suicidio, en 1983: fue un grupo de "compañe­ras" que compartió el cautiverio con ella entre 1975 y 1977 las que decidieron su publicación.
Cada lector le formulará al rela­to de "La Lopre" preguntas dis­tintas. Muchos podrán conocer por su prosa una experiencia po­co referida como lo es la carcela­ria, quedando tal vez cautivados por prácticas como el "economa­to" o la actividad de la "multipar-tidaria" que funcionaba dentro del penal en plena dictadura. Otros podrán reconocer las críti­cas y los elogios a una genera­ción de mujeres a las que la auto­ra revela en su dificultoso rol de hijas, madres, esposas y militan­tes políticas.
Sintomáticamente, Memorias de una presa política culmina en la coma de una carta que "La Lo­pre" recibe de su pareja, como ella, preso en Devoto. La coma deja en suspenso la escritura de Graciela Lo Prete y la trascrip­ción de un sueño en el que su marido buscaba solucionar cier­tos "escollos" que le impedían a ella "ser una mujer extraordina­ria que pudiera ser mi compañe­ra". Lo que sigue luego de la co­ma, quizá como la exigencia del sueño, es la ausencia que impo­ne su suicidio, pero también la reparación de aquello que escapa a la desaparición.
En: Ñ Revista de cultura Clarín. Sábado 29 de abril de 2006


MEMORIAS DE UNA PRESA POLITICA